domingo, 18 de enero de 2009

Presentación

A fines de 1999, cuando el 2000 estaba por hacer su entrada triunfal, empecé a escribir estas notas. La primera se llamaba "Más sobre el milenarismo" y decía así:

Para las personas que piensan que el tiempo es lineal, conocer por dónde ha pasado una línea les permite calcular la dirección que seguirá, y para los que piensan que el tiempo es cíclico, saber lo qué ha pasado les ayuda a predecir qué pasará. En general, las culturas occidentales tienden a ser lineales, y podemos ver en una de sus escrituras más representativas, la Biblia, que el mundo inicia en un Génesis y termina en un Apocalipsis. Las culturas orientales tienden a ser cíclicas. Particularmente en la India se dice que el tiempo es como una rueda: por donde pasaremos, hemos pasado ya. En todo caso, avanzamos hacia el año 2000 con la certeza de que llegará esa fecha. El año 2000 es como una de esas situaciones mágicas que les ponen como condición a los héroes para que superen una prueba: lo tendrás que hacer cuando no sea ni de día ni de noche, cuando no estés afuera ni adentro…

Al margen de las matemáticas, el año 2000 ya no es el siglo XX y todavía no es el XXI. Es un cero como todos los ceros, ni negativo ni positivo; el fin de un ciclo y el principio de otro; un compás de espera y reflexión, una oportunidad para tomar decisiones y renovar el compromiso con la vida, con nuestro país, nuestra sociedad y nosotros mismos. Y aunque científicamente no sea así, para el común de la gente, el primero de enero de 2000 cambiará el año, el siglo y el milenio.


Quizá un poco tarde, la ecología empieza a ser una consideración imperiosa. Claro que no es nada nuevo. Las culturas que han logrado sobrevivir a los siglos tenían una gran reverencia por la Tierra y nos han dejado su legado. La Madre Tierra. Siempre tratando de acercarnos las cosas, hemos traducido la geografía a términos familiares y la familia a términos agrícolas. Buscamos nuestras raíces y extendemos nuestras ramas en todas direcciones. Tenemos a nuestras madres India y África, España es la Madre Patria, Italia, la cuna de la civilización. La cultura mexicana es la gran madre para todos los que vivimos en México y para nuestros compatriotas en otras partes de la “aldea global”.

Estos renglones son un espacio para conocer algo sobre el pensamiento de la India, una de las culturas antiguas que sostienen esta aldea multicolor, multirracial, multifacética y multilingüe. Cuando empezamos a adentrarnos en este país milenario, cada vez reconocemos más cosas que son muy nuestras. Los textiles de allá se parecen a los mexicanos; en la comida encontramos sabores picantes, si bien con un gusto diverso; al presenciar una ceremonia realizada conforme a los Vedas (sus escrituras más antiguas), en el canto sagrado escuchamos los remotos orígenes del cante flamenco que nos llega desde España, y muchos de los actos que realizan los sacerdotes brahmines o brahmanes nos recuerdan algo de lo que sucede en la liturgia católica, por ejemplo, la aspersión con agua bendita. Todo esto nos da la sensación de estar en familia, en la gran familia de este planeta. Nos permite reclamar la herencia que nos han dejado todos nuestros ancestros, en todos los rincones.

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